41 años, casi 42. Toda mi vida, desde que tengo uso de razón, la pasé pensando que estaba gorda, que tenía kilos de más, que me veía mal, fea, que no encajaba.
De niña iba al club y me sentía distinta de mis compañeras. Incómoda.
Un día le pregunté a mi profesora cuándo podría yo participar de alguna competencia, como mis compañeras, y me dijo: «cuando dejes los postres».
Después fui a la nutricionista, a ver si podía bajar esos kilos de más. Y cuando salía, pasaba con mi padre por un bar y almorzaba una milanesa con papas fritas. Él quería darme el gusto y, aun desde el amor, me estaba jugando en contra.
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Y unos años más tarde llegó la secundaria, y los motes por ser gorda, la de los cachetes colorados porque le daba vergüenza. La fea, porque ser gorda es ser fea, claro.
Una vez una amiga le preguntó al chico que me gustaba si no le parecía que yo era linda. Yo estaba allí, escuchando, muriendo de vergüenza. Él respondió: «Sí, lejos y a la sombra». Mi amiga y él se rieron.
Otro día, en la playa, un amigo me dijo: «¡Uy, una ballena blanca!».
Seguro ninguno pensó lo que decía, ni lo que causaba. Seguro ninguno quiso lastimar.
Era otro momento de la sociedad, había cosas que no se cuidaban. No es un reproche a la distancia. Es más bien una ayuda memoria, una notita mental para decirme: no te pegues, no es tu culpa, no es la culpa de los demás. Las cosas no fueron tan lindas, tan amables o correctas, pero aceptalas y solucioná de acá para adelante.
Vos podés, eso es lo único justo y seguro.

Vos podés.
1 comentario en «Toda la vida pensando que ser gorda está mal»